Un bonito receso en la historia que nunca terminaré de escr…. cof, cof… que ya casi termino.

Yo tenía un perrito, se llamaba «Séptimo». Yo era pequeño y lo encontramos en la calle. Yo le había puesto de nombre «Gadget», porque en aquél entonces estaba de moda la caricatura del detective del mismo nombre. Por azares del destino, descubrimos que el perrito tenía dueño, y que su nombre real era el que dije primero. Lo bueno, para mí, fue que sus dueños ya no lo querían, así que pude quedarme con él. Nunca había tenido una mascota… bueno si, un loro, pero ese se escapó porque…. bueno, luego cuento esa otra historia. Pero un loro no es una mascota de verdad. O al menos no se compara con un perro. Ya saben, el mejor amigo del hombre y eso. El caso es que un día me encontré a «Séptimo» hinchado, tirado en la carretera después de haberlo andado buscando por días y haberlo dado por perdido.

 

Fin.

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Prólogo.

El estallido de una bala lo despertó. Con la segunda detonación, dio el brinco de la cama y se levantó. ¿Habían disparado en casa? ¿Pero quién? Su corazón latía a mil por hora. Sentía un sudor helado correr por su frente y mejillas. No sabía qué hacer. Su reacción inmediata fue esconderse debajo de la cama. Poco tiempo después, desde abajo, ve a su padre entrar por la puerta que deja entre abierta, y alcanza a ver tirado en el suelo el cuerpo de su madre, con un hoyo en la cabeza y la cara cubierta de sangre. Convulsionaba. Sabía esa palabra porque la había aprendido en la escuela la clase anterior de Biología. Su padre lo llamó por su nombre. – Juan. – La brisa entraba por el umbral de la puerta, y con ella le trajo el olor a licor que destilaba su padre. – ¡¡Juan!! – Gritó ahora. La luz de su cuarto estaba apagada, así que su padre no pudo ver que no estaba en su cama. Apunto hacia ella y disparó tres veces. Dio la media vuelta y volvió a salir por la puerta con un azotón. Juan salió de debajo de la cama rápidamente, abrió la ventana y saltó del otro lado. Fue la última vez que vio su casa, su cuarto… pero no a su padre.

 

Continúa…

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Sanitarium (ver. Final)

Pues por fin escribí el final del relato… quizá me apresuré un poco pero es que ya quería terminarlo. Quizá daba la historia para más… no sé.

Veamos que tal…

***

Bienvenido a casa….

Una tarde de Otoño como cualquier otra, fresca y húmeda. Pedro se ha mudado esta mañana. Desde que llegó se sintió como si por fin hubiera llegado realmente a su hogar. Es un bonito apartamento, pequeño pero acogedor. El edificio cuenta con varios iguales en fachada y tamaño. El suyo es el número 17. Su casero le da la bienvenida, un tipo alto, fornido. Más que casero parece un guardaespaldas. Le hace algunas preguntas y luego se va. Acomoda sus cosas, que no son muchas, después se echa a dormir un rato.

Despierta ya entrada la noche, no tuvo esos sueños otra vez. Parece que por fin se fueron. Aunque es muy pronto para decirlo. Por la ventana se divisa la luna llena. Blanca como la leche, imponente como reina. La reina de la noche, de la oscuridad. ¿Qué hora es? Parecen ser las 11 o 12 de la noche. Se le olvidó comprar un reloj de pared. Su reloj de pulso… ¿Qué fue de su reloj de pulso? No lo recuerda, y tampoco le interesa buscarlo en este momento, ni le importa ya la hora, pues se siente en completo estado de paz. Relajado.

La ventana está abierta y siente en su cara el aire frío de las noches de octubre. No existe nube alguna, y el tiempo parece haberse detenido. Es una locura, piensa. Locura…

Un ruido lo despierta de su embeleso. Es como si alguien rasgara del otro lado de la pared con su uña. ¿Ratas? Mañana se lo diré al casero, piensa mientras se acerca para escuchar bien. Golpea levemente la pared con su puño cerrado para ver si cesa. Por un momento le parece escuchar un leve susurro, «loco» alcanza a escuchar, desecha esa idea rápidamente. Tal vez fuera el viento, o la tv del departamento de a lado. Concluye que es su imaginación. Necesito un vaso de agua. Junto a su cama hay una jarra con agua y un vaso. Sirve la mitad del vaso y bebe todo de un sorbo.

La ventana es muy pequeña, piensa. ¿Por qué la habrán hecho así? Apenas si puedo ver la luna. Debo comprar unas cortinas… y pintar esas protecciones. Que feos se ven esos barrotes así grises. Es entonces cuando comienza a escuchar las voces de nuevo. Estás loco, le repiten una y otra vez.

De debajo de la cama emerge una mano arrugada y con uñas enormes. El ser que está saliendo ha asomado la cabeza. Tiene cabello cano muy largo y enmarañado, enredado. Pedro horrorizado da pasos unos pasos hacia atrás intentando con todas sus ganas gritar, pedir ayuda. De su voz solo sale un gemido apenas audible. El ser se incorpora y deja ver su rostro viejo y deforme. Ojos inyectados de sangre que parecen ser más pequeños que las cuencas que los alojan. Una nariz larga y puntiaguda con vellos asomando por sus fosas. De su boca, que parecía tener un gesto entre dolor y odio, asomaban unos largos colmillos amarillentos y putrefactos. Hilos de baba le colgaban hasta su pecho desnudo apenas cubierto por pelo tupido con el mismo aspecto que el cabello de su cabeza. Su piel lucia escamosa y ennegrecida, como mohosa.

Al fin Pedro consigue gritar, o más bien aullar, con todas sus fuerzas. Logra llegar a la puerta de su departamento, pero es imposible abrirla. El ser estaba cada vez más cerca. De sus uñas goteaba sangre fresca. Tan roja como el color de las cerezas, tan espesa como leche tibia. Pedro golpeaba su puerta para que los vecinos escucharan y vinieran en su ayuda. Por fin su casero abrió la puerta. ¿Trae algo en la mano? Una jeringa. Inmediatamente llegan otros dos hombres que lo sujetan por los brazos, mientras ve como su casero inserta la aguja en uno de sus bíceps.

Llega un cuarto hombre, que también trae algo consigo, parece una manta. – ¡Pónsela! – Grita uno de ellos. El hombre número 4 mete los brazos de Pedro en las mangas demasiado largas de una extraña camisa. Los extremos sobrantes de las mangas se las pasan para la espalda y las atan. Lo arrastran hasta su cama y lo acuestan en ella. Pedro les intenta avisar que tengan cuidado con el ser, pero el sedante está haciendo efecto ya. Siente desvanecerse. Solo escucha un ultimo murmuro que le dice: – Bienvenido a casa… Y por fin, cae dormido.

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Sanitarium

Bienvenido a casa….

Una tarde de Otoño como cualquier otra, fresca y húmeda. Pedro se ha mudado esta mañana. Desde que llegó se sintió como si por fin hubiera llegado realmente a su hogar. Es un bonito apartamento, pequeño pero acogedor. El edificio cuenta con varios iguales en fachada y tamaño. El suyo es el número 17. Su casero le da la bienvenida, un tipo alto, fornido. Más que casero parece un guardaespaldas. Le hace algunas preguntas y luego se va. Acomoda sus cosas, que no son muchas, después se echa a dormir un rato.

Despierta ya entrada la noche, no tuvo esos sueños otra vez. Parece que por fin se fueron. Aunque es muy pronto para decirlo. Por la ventana se divisa la luna llena. Blanca como la leche, imponente como reina. La reina de la noche, de la oscuridad. ¿Qué hora es? Parecen ser las 11 o 12 de la noche. Se le olvidó comprar un reloj de pared. Su reloj de pulso… ¿Qué fue de su reloj de pulso? No lo recuerda, y tampoco le interesa buscarlo en este momento, ni le importa ya la hora, pues se siente en completo estado de paz. Relajado.

La ventana está abierta y siente en su cara el aire frio de las noches de octubre. No existe nube alguna, y el tiempo parace haberse detenido. Es una locura, piensa. Locura…

Un ruido lo despierta de su embeleso. Es como si alguien rasgara del otro lado de la pared con su uña. ¿Ratas? Mañana se lo diré al casero, piensa mientras se acerca para escuchar bien. Golpea levemente la pared con su puño cerrado para ver si cesa. Por un momento le parece oirun leve susurro, «loco» alcanza a escuchar, desecha esa idea rápidamente. Tal vez fuera el viento, o la tv del departamento de a lado. Concluye que es su imaginación. Necesito un vaso de agua. Junto a su cama hay una jarra con agua y un vaso. Sirve la mitad del vaso y bebe todo de un sorbo.

La ventana es muy pequeña, piensa. ¿Por qué la habrán hecho así? Apenas si puedo ver la luna. Debo comprar unas cortinas… y pintar esas protecciones. Que feos se ven esos barrotes así grises. Es entonces cuando comienza a escuchar las voces de nuevo. Estás loco, le repiten una y otra vez.

De debajo de la cama emerge una mano arrugada y con uñas enormes. El ser que está saliendo ha asomado la cabeza. Tiene cabello cano muy largo y enmarañado, enredado. Pedro horrorizado da pasos unos pasos hacia atrás intentando con todas sus ganas gritar, pedir ayuda. De su voz solo sale un gemído apenas audible. El ser se incorpora y deja ver su rostro viejo y deforme. Ojos inyectados de sangre que parecen ser mas pequeños que las cuencas que los alojan. Una nariz larga y puntiaguda con vellos asomando por sus fosas. De su boca, que parecia tener un gesto entre dolor y odio, asomanban unos largos colmillos amarillentos y putrefactos. Hilos de baba le colgaban hasta su pecho desnudo apenas cubierto por pelo tupido con el mismo aspecto que el cabello de su cabeza. Su piel lucia escamosa y ennegrecida, como mohosa.

>> Ja! [Rata Off] Pos hace como 1 mes y medio que esccribí esta parte, la publico para ver si puedo terminarla después… se me ha hecho un buen relato y tengo un final que me gusta. Veremos si Maggy (mi hermosa rata en su rueda) vuelve a trabajar por estos días de calma.

Saludos y opinen…

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La rata por fin ha vuelto a correr…

Parece que el bloqueo me ha dejado un rato y me dió para escribir algunas líneas… estoy en un relato. No sé cuan largo será, a ver que tanto aguanta la rata corriendo…

En eso estaré trabajando mientras me den chance en el trabajo… una vez terminado aqui lo publicaré…

Saludos a todos.

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Luz de Luna

Este relato lo hice para un concurso de una página dedicada a Stephen King, la Ka-Tet Corporation. No me fue muy bien, hay muy buenos escritores y no escribo muy a menudo, pero lo pongo aquí para ver sus opiniones.

******

Miguel viajaba todos los días por la autopista estatal 138. Nada como escuchar su música favorita mientras conducía. Tal vez un poco de Metallica (Enter Sandman le encantaba), o tal vez algo más relajado como Knockin’ on Heaven´s Door de Guns. La ruta que hacía era larga y cansada, siempre pasada las 10 P.M. Ansiaba llegar a casa lo más rápido posible, pues un tramo de la carretera le causaba escalofríos. Era donde se encontraba el cementerio estatal. Siempre imaginaba ver una figura ahí parada haciendo autostop, o al menos él se convencía a sí mismo que la imaginaba. Miguel siempre había sido un chico tranquilo, inteligente y poco atractivo hacia las mujeres. A sus 30 años no había tenido más que un par de novias en la universidad, y en las dos ocasiones terminó con ellas porque lo engañaron con otro. Algunas veces pensó en venganza, pero nunca pasó de ahí. Tan rápido llegaba la idea, como tan rápido se esfumaba.

Ese día estaba contento, no sabía por qué, pero lo estaba. Como siempre, manejaba por la estatal a alta velocidad, 120 ó 140 kilómetros por hora promediaba. El cielo estaba lleno de nubarrones oscuros y la luna no alcanzaba a descubrirse de ellos. Tal vez lloviera más tarde. Pero eso tampoco le preocupó. No, ese día no. Había viento, fuerte, lo pudo notar en los árboles que bordeaban la carretera. Se movían de un lado a otro como danzando al compás de The Unforgiven y vibrando con la voz de Hetfield. Algunos días se había sentido igual que hoy, lo sabía, pero no alcanzaba a recordar alguno de ellos. Pareciera como si esos días en que se sentía feliz estuvieran prohibidos para él recordarlos.

Así pues, a punto de llegar al lugar que tantos escalofríos le causaba, no mostraba seña de nerviosismo alguno. A unos 100 metros alcanzó a divisar una figura parada al costado de la carretera. No sintió miedo. Al contrario, un valor salido de quién sabe donde pareció de pronto brotar del interior de sus entrañas. Disminuyó la velocidad. Era una mujer. Los faros del coche la alumbraron completamente, parecía de unos 20 ó 23 años de edad. Se detuvo junto a ella y le abrió la puerta del coche. Ella lentamente subió al asiento del copiloto. A la luz interior del auto se veía muy pálida. Bella, pero pálida. Cabello rubio, ojos café claro, casi aceitunas. Era esbelta, aunque poseía buenos atributos. Llevaba un vestido color beige un poco gastado, el dobladillo de la parte baja estaba ya descocido. Le dijo gracias, aunque su voz parecía más un leve gemido. Cerró la puerta. Miguel pisó el acelerador un poco y el coche empezó a moverse lentamente. El cielo comenzaba a despejarse, aunque la luna aún no se divisaba, pero al parecer lo haría. No le dirigió palabra alguna, simplemente condujo, siempre había sido tímido. Le echó un rápido vistazo, llevaba la cabeza gacha y el cabello le cubría parte del rostro así que no podía verlo completamente. Pensó en preguntarle a donde se dirigía, pero se arrepintió. Ya ella le avisaría donde la podía dejar.

El viento pareció arreciar, ya que los árboles ya no solo parecían danzar sino que se arqueaban casi hasta el suelo, la luna empezó a asomarse por entre las nubes y apareció clara, blanca y llena. Era la luna llena de Octubre. La chica comenzó a moverse en su asiento, parecía inquieta. Comenzó a levantar poco a poco la cabeza, y a acomodarse el cabello hacia atrás. Sus ojos parecían tener brillo propio a la luz mortecina de la luna. Volteó lentamente hacia Miguel, pero él ya se había transformado. La cara llena de vellos, en las mejillas, los pómulos, la frente; la nariz protuberante, ojos inyectados de sangre y su mandíbula y labio superior se habían transformado en un hocico como de perro. O de lobo, mejor dicho. Saliva le escurría a ambos lados de sus fauces, que mostraban dientes largos y afilados. Para cuando la muchacha reaccionó, él ya la había cogido por el cuello con una de sus grandes garras con largas uñas. Esa cosa en la que se había transformado Miguel se detuvo de nuevo al borde de la estatal. Con la garra todavía sobre su cuello la arrastró fuera del coche y tiró de ella hasta la orilla. Con la extremidad que le queda libre le desgarró el abdomen y comenzó a comer. No le tomó mucho tiempo. Dejó algunas sobras para coyotes que se encontraran cerca. Sobras, un brazo mordisqueado, una parte del torso y la cabeza casi entera.

Regresó al vehiculo, encendió el coche y puso la pezuña en el acelerador. Poco a poco Miguel iba tomando su forma humana nuevamente, pues la luna comenzaba a esconderse tras las nubes como si hubiera terminado su travesura. Se meció los cabellos con su mano ya humana, mientras Hetfield comenzaba a cantar: Say your prayers little one, don’t forget, my son, to include everyone.

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Probando, Probando… Uno, Dos…

Me Mudo

Bue… como en mi chamba no piensan desbloquear blogger (www.fablescorner.blogspot.com, sniff), y aunque pudiera usar Tor (no, pequeño salta montes, no Thor, el Dios del Trueno), éste es muy lento, comenzaremos la nueva aventura en WordPress. Me mudo, vaya. Antes de decidirme a volver a intentarlo en WordPress, pensé en Yahoo 360, Twitter, y hasta Metroflog (Dios, en qué estaba pensando), pero me decidí por esta web, por sus opciones muy diversas. Así que, acompañenme en este nuevo viaje alrededor de… dah, olvidenlo. Empecemos ya.

SSSSi, uno, dos… uno, dos… Probando sssssssssi.

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